domingo, 6 de noviembre de 2011

La Agonía de un Jubilado


Por: Edwin Rodriguez

panatocumen@hotmail.com     / Sigueme; @panatocumen





El bus se detuvo en la parada de la Especializada, a las 3:30am, Allí se bajó un anciano, en frágiles condiciones físicas que se encolumnó en una extensa fila a la intemperie para lograr su atención, dado que su presión había empezado a recaer y tenía miedo de desmayarse; iba con la esperanza que le entregaran sus medicinas, sin embargo, no tuvo suerte; para su desdicha no había en el seguro el medicamento. Don Eulalio es uno de los tantos hombres Panameños de la tercera edad que no le alcanza su modesta pensión. Sus ínfimos ingresos quedaron; embargados en una financiera. EL, por supuesto, sólo pensaba en los medicamentos para que su corazón no se detenga y en la taza de café caliente acompañada aunque sea de trozos de pan ya que andaba en ayuno. El viejo Lalo, como se le conoce, debería recibir después de toda una vida de sacrificios, trabajo y aportes al Estado el equivalente a un poco más de reconocimiento, respeto y atención. Con lo poco que cobra no le alcanza ni para los servicios básicos, es más, la parroquia de la esquina ocasionalmente le regala LA ropa.

Pero ahora el depende de dádivas, para comprar los tratamientos que antes lo ayudaban a pasar el día sin dolencias.
Así pues, se dispuso, con gran dificultad y muy decepcionado encaminarse hasta la Vía España, para abordar el autobús de regreso a casa y armándose de fuerzas le dijo al conductor si lo podía llevar hasta su barrio en Concepción, pero que no tenía un real en su bolsillo. Lejos de protestar, el chofer le dijo: ¡suba!, ¡suba! Abuelo. Don Lalo acompañado de su vergüenza se lo agradeció, el conductor con una paciencia y dulzura inéditas para estos tiempos lo convenció, y con lágrimas en los ojos, Don Eulalio accedió y fue a sentarse en el último puesto, Donde había menos pasajeros.

En tanto, el colectivo llegó a Juan Díaz y el conductor le avisó: ¡Abuelo!, ¡abuelo! Ya llegamos; Don Lalo no respondía. El hombre detuvo el auto bus y se acercó al anciano, pero su corazón se había detenido. Estaba muerto pero con algunas ventajas ya que estaba en su barrio, con el cementerio enfrente y a partir de hoy se habían acabado sus filas frente al banco, Caja de Seguro Social, los dolores en sus huesos, sus píldoras, las deudas y las preocupaciones de todos los días.

 Hasta el conductor del colectivo se sorprendió cuando de la espalda del interfecto Eulalio habían empezado a brotar unas cosas blancas, algo parecido a unas alitas y entonces......... Lo abrazó.

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