El bus se detuvo en la parada de
Pero ahora el depende de dádivas, para comprar los tratamientos que antes lo ayudaban a pasar el día sin dolencias.
Así pues, se dispuso, con gran dificultad y muy decepcionado encaminarse hasta la Vía España , para abordar el autobús de regreso a casa y armándose de fuerzas le dijo al conductor si lo podía llevar hasta su barrio en Concepción, pero que no tenía un real en su bolsillo. Lejos de protestar, el chofer le dijo: ¡suba!, ¡suba! Abuelo. Don Lalo acompañado de su vergüenza se lo agradeció, el conductor con una paciencia y dulzura inéditas para estos tiempos lo convenció, y con lágrimas en los ojos, Don Eulalio accedió y fue a sentarse en el último puesto, Donde había menos pasajeros.
En tanto, el colectivo llegó a Juan Díaz y el conductor le avisó: ¡Abuelo!, ¡abuelo! Ya llegamos; Don Lalo no respondía. El hombre detuvo el auto bus y se acercó al anciano, pero su corazón se había detenido. Estaba muerto pero con algunas ventajas ya que estaba en su barrio, con el cementerio enfrente y a partir de hoy se habían acabado sus filas frente al banco, Caja de Seguro Social, los dolores en sus huesos, sus píldoras, las deudas y las preocupaciones de todos los días.
Hasta el conductor del colectivo se sorprendió cuando de la espalda del interfecto Eulalio habían empezado a brotar unas cosas blancas, algo parecido a unas alitas y entonces......... Lo abrazó.
En ese momento hasta él se convenció, que su viejo bus también llegaba al cielo, pues ahora con el proyecto de metro bus igualmente, pasaría a mejor vida.
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