Texto: Edwin Rodríguez
PUBLICADO: panatocumen
El sábado, me di un paseo por Las Lajas, allá por Alcalde Días, sitio localizado al norte de Panamá en la vía que conduce a la provincia de Colón.
Mientras viajaba, hacia esos lares, con mi amiga Elodia, desde el este de la ciudad en los complicados Metro buses, y al regreso meditaba profundamente en lo automatizado y materialista que se ha vuelto la ciudad de Panamá.
Cada barriada que atravesaba, es una réplica del anterior. Todo se repite. Pareciese que los centros comerciales, tiendas, barriadas y los mal están diseñados de tal manera que cause en el viajero la sensación de que ¡oh! Esto lo vi hace un rato.
Recuerdo que en la década de los ochenta, por ejemplo: De Tocumen a San miguelito, en la orilla de la carretera, las grandes extensiones de pastizales, ríos y bosques eran parte del paisaje natural y que después de una jornada de trabajo causaban una sutil sensación de relajación a la vista.
Claro que Panamá debe crecer, pero ese desarrollo debe ir armonizado con la naturaleza.
Me acordaba claramente que en el centro comercial de Los Pueblos, Plaza Carolina y Tocumen, Los Andes, el Dorado, La Doña y Metro Mall, por mencionar solo algunos, eran los árboles los que reinaban en estos sitios, pero estos boscajes, rápidamente fueron remplazados para darle paso a las extensas planchas de cemento y grandes estructuras de acero, bloques y cristales.
Tristemente, los zoológicos, los jardines botánicos, son cosa del pasado. Ahora los parques de diversiones o los entretenimientos al aire libre se han trasladado a los centros comerciales, nos crean pistas de patinajes, nieve artificial, que si el pasillo de la jirafa, la cebra, el elefante o el hipopótamo, restaurantes con ambientes de bosques o los adornan como un jardín con caídas de agua, fuentes, acuarios, etc. Todo dentro de la burbuja de concreto y aire artificial que transformaron los comerciantes estratégicamente, para que la vista no se aparte de la verdadera razón final que nos impulse al consumismo, y que al final todos terminamos comprando los mismos vestidos, muebles, artefactos, etc. .
Hace algunos años, en mis tiempos de contratista un comerciante Colombiano dedicado al negocio de joyas, me contrató, para remodelar un local en Punta Paitilla, y entre sus observaciones, sobre el diseño me advirtió de que dicho local no tuviese ventanales ni vista alguna hacia el exterior. Por su puesto, esto me llamó la atención y al cuestionar sobre la misma, me dijo: “cuando el cliente entra a esta tienda, nada de lo que suceda fuera debe distraerlo “.
Lo peor de todo esto es que no nos damos cuenta de cómo en forma muy sutil se controlan nuestras conductas e impulsos.
Hoy en día la gente no va a los parques, sino a los centros comerciales. Es cierto eso, pero por la ausencia y mala planificación de parques y actividades recreativas en las barriadas y ciudades.
Panamá es supremamente privilegiada al ser bañada con dos mares, el atlántico y el pacífico. No obstante, carecemos de un acuario para mostrar la gran variedad marina, somos el país con la mayor cantidad de especies de aves en el mundo, pero no hay un museo o sitio indicado dentro de la ciudad donde podamos observar esa diversidad natural, por mencionar solo dos ejemplos.
Transformar a Panamá en inmensas torres de concreto y cristales, centros comerciales, autopistas, malls , extensas barriadas y proyectos urbanísticos sin pensar en el pulmón natural que constituyen los árboles, sería condenar a nuestro país en la capital del cemento, acero y cristal donde si vas hacia el Norte, sur, oeste o al este todo se repite, repite y repite.